Cuento Juan Pepito Manzana


 

Erase una vez un niño que se llamaba Juanito; lo que más le gustaba era comer manzanas, y siempre le hacía mucha ilusión descubrir las semillas cafecitas que dormían en sus aposentos con forma de estrella.
Un día su mamá le contó cómo podía crecer un manzano de cada una de las semillas con sólo ponerla en la buena tierra, que el sol la bañara, la lluvia la regara y reposara en ella la gracia divina. Entonces Juanito empezó a reunir las pequeñas semillas y todo el mundo lo llamó “Juanito Pepita de Manzana”
Cuando ya tenía un buen montón de ellas recogidas dijo a su madre:
-Por favor, hazme un saquito para guardar mis semillitas.
La madre cogió un trocito de tela, cosió un saquito y  Juanito metió en él sus semillas de manzana.
Cuando ya estuvo lleno fue a pedir a su madre:
-Por favor, hazme un saquito más grande para guardar mis semillitas.
La madre cogió un trozo más grande de tela, cosió un saquito y Juanito metió en él sus semillas de manzana.
Cuando ya estuvo lleno fue a pedir a su madre:
-Por favor, hazme un saquito más grande aún para guardar mis semillas.
La madre cogió un trozo de tela grande he hizo un saco enorme.
Y cuando un día este saco estuvo lleno también, Juanito se había convertido en Juan, un buen mozo que dijo a su madre:
-Ahora quiero marchar por el mundo y plantar mis semillas de manzana, para que todos los niños puedan disfrutar de ellas.
Así se dispuso a ello. No tenía zapatos, pero no le importaba ir descalzo. Se puso una chupalla, tomó una vara y un libro con historias sagradas para implorar la bendición de Dios. Dijo adiós a su madre y se puso en camino cantando alegremente.
En cada lugar donde llegaba, Juan Pepita de Manzana sembraba sus semillas de manzana. A veces pasaba la noche junto a algunos campesinos, o les ayudaba durante algún tiempo. Cuando se despedía sembraba sus semillas de manzana alrededor de la casa para que tuvieran un buen huerto de frutales. Siguió su camino más y más lejos, siempre en dirección al sol. Hasta que un día ya no pudo avanzar más, pues había llegado al mar.
Para entonces también su saco se había quedado vacío.
Entonces emprendió el camino de regreso. Ya de vuelta, fue encontrando las plantitas que había sembrado: la primera era aún no mayor que el dedo meñique, las siguientes tenían ya el tamaño de un anular, luego como el corazón o el índice, y algunos ya eran gordos como su pulgar.
Siguiendo su camino fue encontrando arbolitos cada vez más altos, primero del tamaño de su mano, luego tan altos como desde la punta de sus dedos hasta el codo y finalmente tan largos como su brazo. Y cada vez más grandes hasta que por fin llegó a su casa. Allí los manzanos estaban tan altos ya como él mismo. Su madre le oyó cómo venía cantando a lo lejos.
Corrió hacia él y, después de darle un gran abrazo, le entregó una manzana que había madurado en uno de sus árboles.
 

Y esta es la Historia de Juan Pepita de Manzana.
“En una manzanita hay una casita, con 5 piececitas bonitas.
Y en cada piececita, duermen los niñitos
Y duermen soñando que el sol llegará”



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